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Ana María Janer, nuestra fundadora

Una vida al servicio de los demás

La vida de la Iglesia está llena de mujeres fuertes que han hecho "historia". Una de estas fuertes personalidades femeninas es Ana María Janer Anglarill. Ella, junto con sus compañeras de aventura eclesial, fue presencia amorosa de Cristo en la sociedad que le tocó vivir. ¿Quién fue esta Ana María que hoy inspira un modo de educar, de comunicarnos, de relacionarnos? ¿Quién fue esta amiga de Jesús y su Buena Noticia que lo descubriría en cada persona herida con que se encontraba? ¿Por qué nos enseña que todas las personas somos igualmente dignas ante los ojos de Dios? ¿Cómo afecta todo ello a nuestra propuesta educativa? Os invitamos a acercaros a ella y a conocer de primera mano su vida y su legado: la “Familia Janeriana”.

 

Con el despuntar del nuevo siglo, en aquellas tierras catalanas atravesadas por cambios profundos, radicales, que los Pirineos no pueden detener, y a la vez, enraizada en la tradición cristiana, nace Ana María el 18 de diciembre de 1800. Nos hallamos ante una vida que florece enraizada en una familia generosa y creyente, en el corazón que se deja afectar por las dolorosas y extremas situaciones que le tocó vivir con la guerra, en la intensa búsqueda espiritual que la hace descubrir a Jesús en los pobres y sufrientes, y en la temprana valentía y fortaleza que le permiten enfrentarse con el sufrimiento hecho carne en cada uno de los enfermos. Desde Cervera, su ciudad natal, se va gestando el carisma que se concretará en la educación de niños y jóvenes, el cuidado de ancianos y enfermos. Ella es testimonio del amor de Cristo en la sociedad que le toca vivir, lo hace desde la sencillez y el trato personal.

 

Amar y Servir es su proyecto de vida, la fuerza que la sostiene e impulsa en el camino. Ana María amará y servirá a Jesús en los hermanos en momentos heroicos, pero también en la sencillez, en la humildad, calladamente. Su corazón estará dispuesto al encuentro de cualquier necesidad con libertad interior, con prontitud, con un amor vigilante y paciente. Ana María confía en el amor de su Señor que le dará la fuerza necesaria para serle fiel, para no anteponer nada a esta llamada para no decaer en el servicio a los hermanos.  Su corazón estará totalmente disponible para servir, servirlo siempre y en todo.

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La Iglesia reconoce el Carisma de la beata Ana María Janer como camino válido de santidad. Ella experimenta que Dios en el misterio de la encarnación es cercanía y salvación para todo aquel que pone su esperanza sólo en Él, es por ello que en su vida refleja la misma caridad divina a favor de los hombres en gestos cotidianos de amor a Dios y a los hermanos. El carisma de Ana María nos impulsa a dar respuesta al hombre de hoy según el plan salvífico de Dios, y a salir al encuentro del hermano, ahí donde se presenta la necesidad. La caridad janeriana se hace servicio a los necesitados porque descubre a Jesucristo en ellos, sintoniza con todo lo que promueve el bien del hombre y sabe discernir todo aquello que lo amenaza.

El carisma de la beata Ana María Janer sigue vivo y va dando frutos para bien de muchos. La creación de la Fundación surge como respuesta del gobierno general del Instituto a la necesidad de la cultura del cuidado de la vida en nuestras obras, tan bien expresada en la esencia de nuestro carisma; se traduce en cuidar el espacio educativo donde la persona es el centro, favorecer y cultivar en ella los valores del evangelio que la comprometen en la consecución de un mundo más justo, más fraterno y sin fronteras, hablando el mismo lenguaje del amor: preparar a la persona ayudándola a desarrollar todas sus posibilidades para que sea competente en la sociedad.

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